sábado, 12 de febrero de 2011

La caja


Natalia Millán

Las cajas guardan cosas extrañas, ¿quién no tiene una, en un rincón, llena de papeles o cosas que tienen algún sentido sólo para quién las guarda y conoce su historia?
En el rincón frente a la ventana, la planta crece. Yo también crezco, calculo que nunca se termina esto de crecer. El crecimiento nos rodea: crecen los desiertos, crecen los enemigos, también los amigos; en algún lugar crece el amor entre dos personas.
Vuelvo a la caja, en ella todo está ordenado, ya sea por colores, épocas, estilos o formas.
Está la bolsa manchada con aerosol azul, que un día usé para escribir grafitis a mis amigas que se iban de viaje, todavía recuerdo sus caras de sorpresa, nueve amigas de fierro, nueve personas que hemos cambiado mucho. Pero la bolsa sigue intacta.
Mi diario, forrado con papel de diario (valga la redundancia), dificulta cerrar la caja. En él hay confesiones que eran mi vida, algunas cosas todavía no han cambiado. Es un diario lleno de mis confusiones adolescentes y de mis tristezas desmotivadas o no.
Hay un basito de plástico hecho araña, lo guardé de una salida, diría que es un recuerdo de "muy buenos tiempos". También tengo un encendedor de alguien que se moriría si supiera que yo lo tengo, más que morirse se confundiría, yo también estoy confundida, no sé por qué lo guardé.
En un sobre hay tarjetas de cumpleaños de todo tipo, en otro están las tartas de mis amigas (según la época varían sus autoras). Tal vez no sea bueno que mis amigas y yo crezcamos, hemos cambiado demasiado, y a veces creo que algunas son mis amigas por la costumbre, y no porque nos una un lazo de complicidades, confianza y cariño.
En la caja es infaltable mi tenedor de la infancia, tiene unos dibujitos que lo hacen distinto de cualquier otro. Tantas veces comí con él, tantas otras hice huelga de hambre en su compañía. Hoy yace partido (por el uso) y ya no como con él.
Gran parte de la caja es ocupada por una caja de menor tamaño que contiene los recuerdo de un viaje que, en su momento no supe aprovechar por completo.
Hay folletos, mensajes, recortes , entradas de boliches, papeles de golosinas. Desde hace poco se suman a la colección un par de casetes, y a veces ellos usan su pasaporte a mi mundo, pero sus canciones me ponen triste y nostálgica. Ojalá pudiera guardar momentos como las canciones que a ellos me remiten.
La caja es demasiado estrecha para algunos recuerdos, yo pienso que la vida es una gran caja de recuerdos, donde todos vamos y venimos, pero no nos quedamos, somos recuerdos con pasaportes abiertos a otros mundos, tal vez sea mejor que la eternidad, por el hecho mismo de un fin que nos obliga a disfrutar de esta corta, pero infinita vida.
La caja sigue ahí, un día tendré que buscar una más grande, otro día quizá la comparta con alguien. Dentro de muchos años, cuando yo ya haya usado mi pasaporte, habrá alguien que ordenará mi caja según sus propias reglas, y se afanará en inventar historias para cada uno de esos objetos. Hasta este cuento puede llegar a ser parte de mi caja. A veces pienso que por llenar mi caja me olvido de hoy, cuanto cuesta no monotopizar, ni hoy, ni ayer ... pero sí siempre.
¿Qué hay de vos, de mí, de cada uno de nosotros? Hoy sol, hoy lluvia, hoy nieve, y la soledad que nos persigue a todos. Hoy vos, hoy yo, ayer nosotros, más recuerdo para mi caja ... La caja ríe, sabe que los amores no quieren entrar en ella, no se resignan a un final, la caja sabe que el círculo continua, ella no puede intervenir porque sabe, demasiado bien, que no puede guardar sentimientos en sus débiles paredes de cartón.
La caja sigue ahí, la planta (verde y húmeda)tiene hojas nuevas y sigue creciendo. En el centro de la habitación estoy yo, lejos de la planta y la caja. Tengo puestos los lentes que de pequeña quise usar. La lapicera con la que te escribí, cuento, tiene demasiada tinta y mancah la hoja, voy a guardarla en la caja por haberme acompañado hoy.
Pero hay muchas sensaciones y sentimientos que nunca lograré meter en una caja. 

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