sábado, 12 de febrero de 2011

Alitas de pollo agridulces en tres tiempos

Natalia Millán

Primera
Alitas de pollo agridulce, cuando llegué dudaba sobre el tipo de evento al que estaba asistiendo. Habremos sido ocho, sólo conocía a dos, así que me limité a observar, y mordí mi lengua para no opinar y quedar como una forastera entrometida, bien que hice. La elaboración del menú constaba de todo un rito de adoración a la presuntuosa cocinera, quien se dejaba adular como si no fuera su reclamo el que marcaba dicho acontecer.
Me pregunto si el menú era un sarcasmo, una burla a situación tan bizarra, un designio de demonios medievales, por momentos parecía que estábamos envueltas en un halo de armonía, donde todas hacían catarsis verborrágicas; y de pronto la escena mutaba, y yo veía gallinas, desplumadas y nerviosas, cotorreando en el gallinero. Lo agridulce tenía más que ver con el humor de las comensales que con la salsa de las alitas.
Concluyendo el evento llegó el catálogo de sábanas. Ahí lo descubrí, la situación me recordaba las películas americanas con reuniones de taper, aún así, encargué un juego de sábanas.

Segunda
Alitas de pollo agridulce, cuando llegás dudás, sobre el tipo de evento al que estás asistiendo. Ves que son como ocho, y vos que sólo conocés a dos. así que te limitás a observar, y morderte la lengua para no opinar y quedar como una forastera entrometida, bien que hacés. La elaboración del menú consta de todo un rito de adoración a la presuntuosa cocinera, quien se deja adular como si no fuera su reclamo el que marca dicho acontecer.
Te preguntás si el menú es un sarcasmo, una burla a situación tan bizarra, un designio de demonios medievales, por momentos te parece que están todas envueltas en un halo de armonía, donde todas hacen catarsis verborrágicas; y de pronto la escena muta, y vos ves gallinas, desplumadas y nerviosas, cotorreando en el gallinero. Lo agridulce te parece tiene más que ver con el humor de las comensales que con la salsa de las alitas.
Concluyendo el evento llega el catálogo de sábanas. Ahí lo descubrís, la situación te recuerda las películas americanas con reuniones de taper, aún así, encargás un juego de sábanas.

Tercera
Alitas de pollo agridulce, cuando llegó dudaba sobre el tipo de evento al que estaba asistiendo. Eran como ocho, sólo conocía a dos, así que se limitó a observar, y mordió su lengua para no opinar y quedar como una forastera entrometida, bien que hizo. La elaboración del menú constaba de todo un rito de adoración a la presuntuosa cocinera, quien se dejaba adular como si no fuera su reclamo el que marcaba dicho acontecer.
Nuestra heroína se preguntaba si el menú era un sarcasmo, una burla a situación tan bizarra, un designio de demonios medievales, por momentos parecía que estaban envueltas en un halo de armonía, donde todas hacían catarsis verborrágicas; y de pronto la escena mutaba, y ella veía gallinas, desplumadas y nerviosas, cotorreando en el gallinero. Lo agridulce tenía más que ver con el humor de las comensales que con la salsa de las alitas.
Concluyendo el evento llegó el catálogo de sábanas. Ahí lo descubrió, la situación le recordaba las películas americanas con reuniones de taper, aún así, encargó un juego de sábanas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario