lunes, 14 de febrero de 2011

La humanidad quebrantada


Natalia Millán
El crujir de la tierra lo silenció todo, cayó el mundo a los pies de la mina de San José.
La luz fue sólo un recuerdo en sus ojos, que no volvieron a ver.
Las manos ásperas comenzaron a sudarle y en la garganta se formó un nudo.
Entonces corrió, las piedras rodaban acompañando su paso,
mostrando su enojo por los minerales extraídos.
Las lágrimas quedarían para después, para cuando llegara la quietud.
Sólo pudo pensar en su hija, y la idea de no volver a verla hizo que apurara aun más el paso.
El desierto cálido afuera, adentro, el alma en un hilo a punto de cortarse.
Entonces fue que escuchó voces lejanas.
Se detuvo la humanidad frente al horror, y los vimos todos por TV.
Expectantes, los televidentes lloran desde el otro lado de la pantalla.
Se mezcla la alegría, la tristeza y la bronca.
Desde anoche la tierra escupe hombres, hombres que son barro y mineral,
hombres que desde Atacama dan cuenta del lo miserable que el ser humano se ha vuelto.
No alcanza el aire para volver a respirar, no alcanza la vida para olvidar.
Mendoza llora la salida de los treinta y tres mineros con una lluvia torrencial,
el cielo está gritando con furia.
Los mineros agradecen estar vivos.
Sin embargo la herida sigue sangrando,
la tierra partida en dos no puede olvidar el daño que le han hecho.

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